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Rafael Pollo Brito explica el por qué hace música venezolana

Lee a continuación este texto, que lo escribe Rafael Pollo Brito para prodavinci.com.  ¿Por qué hago música venezolana?

LADO A. En uno de los ensayos con mis hermanos de C4 Trío, para uno de los conciertos que hemos estado dando juntos, me quedé un rato pensando en algo que para muchos puede parecer una tontería, pero en el caso de nosotros ha sido una decisión de vida: ¿por qué nosotros hacemos música venezolana?

Permítanme explicar una cosita: antes de ser músico y de creer en todo lo que creo como músico, soy una persona que escucha música. Todo tipo de música, música clásica, música popular, música anglosajona, francesa, brasilera, ¡hasta música incidental! Pero una de las que más me gusta escudriñar es lo que muchos llaman Música del Mundo, porque ahí es donde uno puede armarse una especie de mapamundi sonoro y saber cómo suena la gente de aquí y la de allá. Y debo decir que siempre llego a la conclusión que la música venezolana es una de las más difíciles de interpretar y ejecutar, pero al mismo tiempo es una de las que tiene más conexiones formales posibles con el resto del planeta.

Una vez estaba en Alemania escuchando a unos africanos que, antes de arrancar, comentaron lo que iban a tocar. Por supuesto, yo no les entendí nada pero apenas empezaron a sonar reconocí ahí, en plena calle alemana, un sangueo como el venezolano pero en 5 por 4. Y eso me ha pasado en lugares tan distintos como Tokio o Nueva York: tener la oportunidad de darme cuenta de que los venezolanos somos capaces de sonar como suena el mundo.

Hay una muchacha que se llama Yoko Yoshizawa, por ejemplo, que tiene la virtud de saber para qué vino a este Mundo: “Yo vine para demostrar que la música venezolana puede ser tocada en todo por alguien que no es venezolano”. Y ésas son las cosas que hacen que uno entienda que la música venezolana es otra cosa. Cuando Yoko quiere tocar algo y se pone muy triste porque no lo puede hacer, pero es algo que para nosotros resulta natural y fácil, yo me lo repito: la música venezolana es lo máximo. O cuando te consigues a una pareja de músicos japoneses que tocan “El novio pollero”, en un 5 por 8 muy estricto, recuerdas por qué el merengue es nuestra arma blanca, ese ritmo al que todos le tienen respeto por lo que genera la música venezolana y su particular síncopa.

Mucha gente lo llama magia. Y lo les creo.

LADO B. Cada vez que uno le pregunta a cualquier instrumentista o a cualquier persona que investiga sobre ritmos populares en Venezuela, siempre hay una sorpresa, un ritmo que uno no conocía. La fulía, por ejemplo, es una cosa increíble en la que se van uniendo los tambores de una manera tan maravillosa que incluso a un músico que no la conozca le resulta casi imposible distinguir el golpe de cada instrumento. Y lo más sabroso es que no importa, porque el resultado es una maravillosa fulía.

En cualquier parte cuando el público oye a un virtuoso se para a aplaudirlo, pero cuando en Austria o en China el público se levanta y aplaude, por ejemplo, algo tan bonito y sencillo como la canción “Como llora una estrella”, el virtuosismo que aplauden es el de nuestra música y todo ese swing que ella contiene.

Porque el swing venezolano es otro fenómeno interesante: eso que a la gente le encanta es lo que no se puede escribir en una partitura, pero que sabes que siempre va a salir. Sobre todo el de la voz cantante. Ritmos que se hacen en 4 por 4, metidos en un tiempo de 6 por 8 para ponerlos a sonar más sabrositos, ¡y hasta en 3 por 4! ¡y en 5 por 8! O viceversa…

Hay merengues venezolanos que se cantan mientras el ritmo está en 5 por 8. Y uno ve a colegas de otros países escuchando fascinados, porque el cantante no hace un merengue marcado, sino que recorre la canción con su propio tempo. Un ejemplo que lo ilustra clarito es el tema “Hasta que vuelvas”, del maracucho Leonardo Oporto. Oigan y se darán cuenta de que parece que las voces siguen su propio ritmo mientras por debajo hay un merengue.

En todos los grupos en los que yo he estado siempre hemos echado mano, más o menos, de estas características que les comento. Y así hemos construido juntos una manera de sonar. Esa manera de cambiar los ritmos y meterlos donde para otro oído parece que no caben es parte de la travesura que me gusta de nuestra música y, por esa misma razón, es un elemento fundamental de mi propuesta.

No estoy diciendo que soy quien descubrió eso, sino que gozo mucho cuando como cuatrista noto que nuestros ritmos permiten cambiar las acentuaciones y hacer cosas que en otros lenguajes serían impensables. Cuando tocaba en el ensamble de Saúl Vera, cuando lo hacía con Pabellón sin baranda, con Claudia Calderón, con el Grupo Arcano o con Paul Dessene, siempre fui como ese guiño, esa sonrisa que respondía al “¡Tú estás loco! Metiendo ese ritmo hasta ahí”. Me gustaba y me gusta hacerlo. Y creo en eso porque es parte de nuestro ADN musical.

De muchacho me preguntaba por qué, en los discos que uno escuchaba, el cuatro siempre se limitaba a un tipo específico de ritmos y no hacían esas otras cosas que uno veía incluso en los ejecutantes populares. Hoy en día, con el cuatro se hace cualquier cosa y, haciendo música venezolana, me doy cuenta que en ninguna parte del mundo que conozco podría haber experimentado esto que, además, le he escuchado decir a cuanto músico importante viene a nuestro país.

El merengue venezolano. La dificultad de nuestra síncopa. El contratiempo. Que cada ritmo afrovenezolano tenga tambores con una responsabilidad distinta. Un golpe con estribillo. Ir de un 3 por 4 a un 6 por 8 (y que la transición sea en 4 por 4). La complejidad de una jota carupanera o un punto de velorio. Tener más de trescientas formas musicales sonando en todo el mapa. Ésas son cosas muy difíciles de explicar a alguien que no haya estado expuesto a nuestros sonidos, pero igual lo disfrutan porque ese swing al que hago referencia es capaz de conectarnos con la música del mundo entero. Y además se ve reflejado en otras manifestaciones más, digamos, universales como el pop y el rock venezolano que se está haciendo ahora y sus contagios con la música tradicional.

Y ahora, viendo a los muchachos de C4 Trío como les contaba al principio, me siento orgulloso de que haya un reto constante para cada uno de los que hacemos música venezolana. Siempre lo he pensado, y siempre lo diré. Por eso prevalece en mi cultura musical la música venezolana. Creo que va en la punta, creo que va ganándole a muchas otras en cuanto a armonía, a ritmo, a riqueza y a originalidad. Pero sobre todo creo que hay gente haciendo cosas importantes que empiezan a conseguir oídos que agradecen nuestra manera de sonar. ¡Por eso hago música venezolana!

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