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Eloy Miranda: De todo cuatrista se aprende

Venezuela declaró 2013 como el Año del Cuatro. Sin embargo, la mayoría de los jóvenes del país dirigen sus gustos hacia otros instrumentos. ¿Qué necesitamos para que “lo nuestro” perdure con el pasar de las generaciones?

29/09/13.-El cuatro (o algo parecido) habría entrado a Venezuela por la ciudad de Coro de la mano de los conquistadores españoles quienes, en cumplimiento de las órdenes dadas en el año 1497 por los Reyes Católicos a Cristóbal Colón, trajeron por primera vez instrumentos cordófonos como el laúd, la vihuela y la guitarra renacentista. Luego, estos instrumentos se trasladarían rápidamente a El Tocuyo, siguiendo por Carora, Barquisimeto, Guanare, Barinas y Cumaná donde, por vía marítima, se expandirían por toda la Orinoquia. ¡Epa, ya va!, ¿y ese cuatro no y que es nuestro? Bueno, a finales del siglo XVIII, y durante todo el siglo XIX, se empezaron a fabricar los primeros cuatros en el país, basándose en las técnicas de fabricación dictadas por los españoles pero con nuestro espíritu creador. Entonces, aquellos instrumentos —con el tiempo y nuestras adaptaciones— se convertirían en eso que hoy conocemos como cuatro venezolano y que pronto pasaría a estar presente en casi la totalidad de nuestros géneros musicales tradicionales. “El cuatro venezolano es el símbolo de la evolución, de la mezcla entre nuestros indígenas, los esclavos africanos traídos por los españoles y los conquistadores. El cuatro es nacional y es nuestro único instrumento mestizo. Es la muestra de nuestra cultura pluriétnica. El instrumento está presente en toda la geografía venezolana y en cada punto se toca de una forma distinta. Sin embargo, las migraciones hacia la urbe y el proceso de adaptarse a la ciudad fueron dejándolo de lado. El cuatro es el símbolo de la Venezuela agraria”, explica Eloy Miranda, cuatrista de Eloy Miranda & Trío, investigador y docente de los talleres de cuatro dictados en Pdvsa La Estancia, quien afirma que “él no llegó al cuatro, el cuatro llegó a él” hace 15 años de forma autodidacta y, tal como ocurre con las grandes pasiones, terminó envuelto en su mundo con solo dos alternativas: renunciar o entregarse para siempre al instrumento.

 

NADIE AMA LO QUE NO CONOCE

Pero Venezuela se convirtió en una nación petrolera y tal parece que, en ese viaje del pueblo a Caracas, el cuatro venezolano, al igual que la mayor parte de nuestra cultura, perdió casi todas sus maletas y logró ser vencido por el sinfín de culturas foráneas que tan fácilmente penetran la ciudad, al punto de hacernos perder cualquier sentido de pertenencia.

“El venezolano prefirió abocarse a instrumentos como la guitarra, el piano o la batería, y esas experiencias sonoras fueron dejando atrás a nuestro cuatro. ¿Por qué? Porque el venezolano se volvió un ser de consumo, que compra todo lo que sale en esos medios de comunicación, donde el cuatro y todas nuestras manifestaciones culturales autóctonas siempre fueron los grandes ausentes, y nadie toca ni ama lo que no conoce. Hay generaciones que no tuvieron la oportunidad de conocer la música venezolana sino lo que les vendió la TV y la radio: música de afuera, extranjera, foránea. Lo hacían por cuestiones económicas e incluso políticas. Es más barato y comercial traer un refrito de afuera. Tanto así que se sembró el dicho ‘música venezolana no vende’ y nosotros quedamos solo como teloneros. Ahora, revertir ese proceso es el paso que nos toca seguir dando”, agrega un Eloy nada alejado de la realidad, en especial si tomamos en cuenta que hasta tuvo que aprobarse una Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión (Resorte) que obligara a los medios del país a divulgar nuestra música. Sí, sí, una regla que supieron esquivar de forma elegante colocando las canciones a las cuatro o cinco de la madrugada.

 

Y, A TODAS ESTAS, ¿QUÉ ES LO NUESTRO?

En tiempos de la mal llamada Ley Resorte se vio el auge de unos grupos de rock que decidieron versionar temas de la música tradicional y bautizarlos como “neofolclor”, término que levantó mucha roncha entre algunos músicos, quienes alegaban que esa categoría desconocía los trabajos de la Onda Nueva, a finales de los años 70, con el maestro Aldemaro Romero, y los trabajos del maestro Alí Agüero, entre otros, quienes fusionaron lo folclórico con instrumentos ajenos a lo criollo sin que eso dejase de ser nuestro.

Hoy en día también existen seres que con un cuatro pueden poner a sonar distintos géneros musicales, sin que esto implique una lucha a muerte entre lo autóctono y lo innovador. Eloy Miranda es uno de ellos: “Yo lo hago: paso el instrumento a otro nivel, pero algunas personas que tocan el cuatro tienen puesta una gríngola para conservar lo tradicional; por supuesto que eso es muy importante, pero quizás es la razón por la cual el cuatro ahora es solo un instrumento decorativo para los jóvenes. Hay que enamorar nuevamente a nuestros chamos con el cuatro. ¿Cómo lo hacemos? Replanteando y refrescando el cuatro, haciéndolo el reflejo de nuestra época. Yo amo la música venezolana, pero con mi cuatro puedo refrescar los repertorios, hacer música latina, tangos, jazz, incluso estoy empezando una investigación con música árabe, buscando nuevas sonoridades y recursos. También uso cuatros eléctricos, experimento con pedales y distorsiones. Nuestro cuatro no tiene límites porque la limitación no está en el instrumento, está en la mente de quien lo toca. Fíjate, mis principales maestros son mis alumnos, ellos a veces me hacen preguntas, desde la inocencia, que terminan planteándome unos retos increíbles”, agrega.

 

¿Y QUIÉN NOS LO PRESENTA?

Como si no fuera suficiente tener un cuatro invisibilizado en los medios de información, también lo está en las escuelas y en los hogares (no, no ponga esa cara, que de nada vale que usted tenga uno guindado en la pared llevando polvo), pues el instrumento también pasó a ser el escudo de un pequeño sector que, por uno u otro motivo, se niega a transmitir sus conocimientos.

“Hoy los que tocan el cuatro pasaron a ser una élite, ya el cuatro no es del pueblo. Ahora hay que ir a una sala de concierto para verlo, cuando antes en cada esquina, en cada casa, había un cuatrista. Aparte, nadie quiere ser docente de cuatro. Incluso yo diría que hay una especie de resentimiento social en los cuatristas. Uno piensa: si yo te enseño a tocar tengo una plaza menos de trabajo. Por eso el trabajo y la seguridad social también se deben garantizar. Los locales nocturnos de todo el país (los jueves, viernes y sábados) deberían tener músicos de todos los niveles en vivo, y así cada uno podría mostrar sus trabajos, porque a veces para ver músicos en vivo hay que asistir a lugares muy, muy, muy costosos”, acota Eloy.

Tomando en cuenta este y otros problemas, el Gobierno Nacional decidió decretar el año 2013 como el Año del Cuatro Venezolano. Según el entonces ministro para la Cultura, Pedro Calzadilla, la declaratoria pretende “rendir tributo a todos aquellos cultores y cultoras que estudian y ejecutan el cuatro, un instrumento nacional que representa la liberación, soberanía e identidad del pueblo venezolano”. Por eso, semanas después, se empezó a trabajar en el Festival “Siembra del Cuatro 2013”, encabezado por el cuatrista Cheo Hurtado. También se inician distintos talleres y conversatorios a lo largo y ancho del país. Pero, ¿estas acciones ¿realmente garantizan que el cuatro le gane la batalla al tiempo y la transculturación? ¿Qué más podemos hacer para impulsar la ruptura entre lo que somos (culturalmente hablando) y aquello que se nos impuso sin que nos diéramos cuenta?

“La declaratoria debería empezar a trabajar en algo sencillo: en Venezuela las escuelas primarias no dictan clases de cuatro. A nuestros muchachos les gusta el cuatro, pero no lo conocen. De niños se emocionan con solo escucharlo sonar, pero el problema es que no lo tienen presente en su etapa inicial. Tampoco existe una carrera que te avale como licenciado en música, mención cuatrista venezolano. Por lo menos en Cuba el instrumento nacional es el tres cubano y se estudia en el conservatorio. Nuestro instrumento también merece esa seriedad y necesita leyes que lo amparen. También amerita trabajos de investigación publicados, libros; yo propondría hasta una revista mensual para hablar del cuatro y espacios formales para que las nuevas generaciones se acerquen a él. A ver, en Caracas existe un Museo del Teclado. ¿Por qué no creamos un Museo del Cuatro? Hay que crear mecanismos para que el instrumento perdure en el tiempo”, explica Eloy.

 

¿Y LA SOLUCIÓN ES NETAMENTE ACADÉMICA?

Evidentemente esta crónica no puede obviar a ese sinfín de cuatristas que andan regados, a la vista o escondidos, en los distintos pueblitos de nuestra patria. Hombres y mujeres sin estudios académicos, pero con miles de saberes por transmitir. Esos mismos a los que más de un vivo les han robado y comercializado las tonadas.

“Por eso no debe haber una línea separatoria. De todo cuatrista se aprende. Acá hasta el último cuatrista de nuestros pueblitos debe tener trabajo y participar en la proyección del instrumento. Incluso, aquellos que han tenido que irse al retiro o los que hacen música por hobby. Por ejemplo: mira el caso del maestro Guillermo Flores Mogollón; él es del estado Lara, dedicó toda su vida al instrumento, pero ahora tiene Alzheimer y se le olvidan los acordes, a veces hasta se le olvida que está tocando. Él entregó su vida a la preservación de nuestra cultura y allí está, abandonado. Hay que luchar por indemnizaciones para estos casos. Hay personas que dedican 40, 50 años de su vida al cuatro y se van del mundo sin que nadie las conozca. Aquí hay que velar por todos”, finaliza Eloy.

Créditos a Ciudad Caracas: http://www.ciudadccs.org.ve/?p=480990

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