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Desorden Público

Nacidos en la efervescencia del new wave (años 80), Desorden Público ha sido en estos 19
años, el combo más universal y todo-terreno que haya parido la escena conocida como
underground o subterránea. Parte de una movida contracultural, los Desorden Público comenzaron colocando música en fiestas de corte vanguardista, en la Caracas de 1983-84.
Sentimiento Muerto, Cuarto Reich y Zapato3, eran los referentes para unos jóvenes que buscaban sus propios códigos, a través de influencias provenientes del Londres del No-Future.
La casualidad hizo que, empero, los discos de ska y reggae, de Specials, Madness y otras
bandas jamaiquinas e inglesas, llegaran a sus manos.
Los ex Aseo Urbano, se atrevieron a dar el salto, de disjockeys a músicos. Así, Horacio
Blanco y José Luis “Caplís” Chacín, con la incorporación de Danel Sarmiento y Antonio
Rojas, y más tarde de piezas como José “Cheo” Romero, Francisco “Kiko” Núñez, Emigdio Suárez y el fundamental Oscar “Oscarelo
El Magnífico” Alcaíno, comienzan su recorrido, lleno de expectativas y devoción por el ska. En 1988, gracias a un buscatalentos de
CBS Columbia, se enfilaron hacia su homónimo y hoy clásico primer álbum. Ya divertimentos incómodos como Políticos paralíticos,
Zapatos resbalosos o Calvo, habían alcanzado el nicho de la cultura urbana alternativa. Luego, a través del éxito del disco, esos
punzantes y simples ganchos se convirtieron sorpresivamente en himnos de los intervenidos finales de década.
En 1990, Desorden propone un disco de mixturas, con el ska como mar de fondo de un nuevo decorado de jazz, percusión
afrovenezolana y experimentos con el funk. Era el inicio de una búsqueda por territorios inexplorados. Todo ello sin perderle respeto
al ska. Ese nuevo álbum, sirvió de soporte a éxitos de radio como Caribe, Cursi y otros que se mantienen en sintonía con el
Desorden de hoy. En 1993, grabaron bajo la égida de Carlos Savalla, productor de Paralamas Do Sucesso. El año siguiente, su
tema Tiembla trepó a las galaxias de merengueros, salseros blandos y baladistas, llegando al puesto seis de las carteleras.
Luego de este batacazo, Desorden ya estaba listo para atravesar fronteras y para su nuevo CD, dedicado a la violencia y a la
distorsión de la justicia en los países del Tercer Mundo, un trabajo en el que se hizo acompa-
ñar de Angelo Moore, Luis Conte y Otmaro Ruiz, en un todo bien encajado y martillado por
K.C. Porter. Ese muchacho, fue Disco de Oro certificado antes de salir. De 1998 a 2000, un
vacío de canciones inéditas fue contrarrestado con un depósito de rarezas y reinterpretaciones
del legado musical. Pero ya en la transición del milenio, la mesa estaba servida para la aparición de una nueva entrega de temas inéditos, un disco independiente que comprendió historias en clave de bolero, son, raggamuffin’, hip-hop y funk, sin perder nunca la tonalidad ska.
Mientras está listo su séptimo álbum de estudio, el grupo se ha subido en dos proyectos; uno,
en conjunto con Sony Music, es la edición del box de éxitos. El otro, es el primer disco en vivo
de la banda, grabado en un Teresa Carreño, Caracas, a casa llena. Desorden Público ha
destacado en frecuentes incursiones al exterior. Desde su primera visita a México (1993), se
ha convertido en objeto de culto en la nación de Marcos y Tin-Tan. Desde allí, corrió mucha
agua bajo el puente y Desorden ha dado conciertos en Puerto Rico, Colombia, Panamá, EUA, España, Suiza, Alemania, Italia,
Inglaterra, Francia y la República Checa, en un proceso discreto pero imparable que le ha llevado a figurar como referencia
en enciclopedias sobre rock latino o en ediciones especiales de revistas especializadas del mundo anglo.
Hoy, Desorden Público se nutre de sangre nueva. Con algunos de sus miembros fundadores sumergidos en otros proyectos, el núcleo
ha incorporado nuevos leucocitos, tendencia inaugurada por el saxofonista Hernán Ascóniga al reemplazar a “Kiko” en 200

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