Gurrufío: El Manuscrito Sonoro de un País
Leonardo Padrón
El día que escuché el material que Gurrufío preparaba para este disco, sali con una sensación extraña de la casa de Luis Julio Toro. La sensación se hacía más nítida a medida que me adentraba en el fragor de Altamira, en el bullicio de una ciudad agotada de si misma, sorda y desahuciada de ángeles, descreída y sin sonrisa. Trescientos metros atrás la tarde me había entregado un momento memorable. Tenía al menos, tres certezas nuevas para mi. La primera: Acababa de escuchar a un enjambre de virtuosos. Cuatro instrumentos que jugaban, invocaban, proponían. Y yo, en mitad de un cuatro, rodeado de cornetas, abismado por el portento de una música que me reconciliaba afectivamente con la identidad melódica de mi país. La segunda: Nunca me habría imaginado que, bajo la ráfaga de un cuatro, el surco de una flauta, la lluvia de una mandolina y la gravedad de un contrabajo, yo pensara febrilmente en una mujer, en la humedad de unos ojos imposibles, en la melancolía irrepetible del desamor. Una de sus piezas me acababa de regalar un estado del alma. Y la apariencia de una madeja de sonidos que invocan la convención y el respecto a composiciones tradicinoales bullía el ingenio y la osadía. Me explico: Una de sus canciones, sólida, compacta, era en realidad una autopista de canciones.
Para mi sorpresa, cada instrumento ejecutaba una pieza distinta, pero – con una prodigiosa noción de lo lúdico – se acompañaban, perfectos y sonreído, hasta el final, logrando un espejismo inédito: Un solo discurso de corcheas. Un experimento delirante. Eran a principio, tres certezas, luego a medida que continuaba atravesando Altamira, el disco entero cernía una imagen ante mis ojos: La excelencia y el desenfado de un solo golpe de luz.
Por eso, debo decirlo, Gurrufío no es simplemente un inusual grupo de música venezolana, un puñado de talentos o una propuesta impecable. Gurrufío es también el lujo de un riesgo. La temperatura generacional de un país. Una postal indeleble donde están, en dignidad y fiesta, las entrañas musicales de esa parte del planeta. Digo, esto no es solo un disco y nuestro aplauso. Este es el manuscrito sonoro de cuatro músicos que apuestan por el rigor. Cuatro devotos que quieren refundar nuestra música. Acercarla a nuestros oídos como si ella ocurriera por primera vez. Como si fuéramos a estrenar ante el mundo, con un ropaje de alta factura, donde deambulamos clásicos y a la vez irreverentes. Este disco es una cédula de identidad. El decreto de un orgullo. El chasquido de nuestra huella digital.
A veces es cercano suponer una flauta y a su aire, unos ojos seducidos. A ciertas horas, es dable asociar la voz a la mandolina con el hilo de la dulzura. Un contrabajo, en ocasiones, asemeja un cuarto grande, oscuro, una atmósfera de cinco de la tarde. Y si lo que ocurre es el sonido de un cuatro entonces, no sé por que, uno en el acto sospecha la ruta de las garzas. Pero imaginar la desquiciante cópula, el entrañable maridaje de estos cuatro instrumentos juntos, requiere un esfuerzo mayor y distinto. Requiere acercarse al asombro. Necesita de oídos atentos y gozosos. Se trata de música en mayúsculas.
Repito: Caracas, esa tarde sonó distinta. Venezuela en ese momento se me hizo invicta y posible.
El Ensamble Gurrufío nace en 1984 con la finalidad de abrir paso a un nuevo estilo de música instrumental venezolana: aquel que permite tener como elemento fundamental la improvisación, lo espontáneo, lo inesperado: aquel que da cabida al virtuosismo de cada uno de sus integrantes; aquel que propone ejecuciones únicas e irrepetibles.
Gurrufío ha actuado en las más importantes salas del país. Desde 1991 el Ensamble ha realizado una serie de giras internacionales que incluyeron presentaciones en Japón (Tokio, Osaka, Kioto, sado, Hamhmatsu, etc), Brasil, en las Antillas Holandesas, México (en el marco del Festival Cervantino en su XIX edición) y los Estados Unidos (New York, Washington, Chicago, Denver, Seattle, Minneapolis, New México así como en prestigiosas universidades, como U.C.L.A., Stanford, Berkeley, Indiana University of Illinois). En 1994 ofrece un recital en la prestigiosa sala del Carnegie Hall, invitado por la American Composer´s Orchestra.
El repertorio de Gurrufío incluye piezas de los más tradicinoales compositores venezolanos así como también obras de las generaciones recientes, interpretando así géneros de nuestra música tradicional como vals, merengue, joropo, danza y pasaje en su diversidad de estilos.
La edición en Venezuela de sus CD – MAROA (1993) y el CRUZAO (1994), han permitido constatar tanto la receptividad del público, como de la prensa hacia esa particular propuesta música.
- El Trabadedos (Potpourri)
El Picadillo (RCP) / Pascual García
El Curruchá / Eduardo Plaza
Pico de Oro / Angel Guanipa
El Gallo / Oropeza Volcán
Los Dos Gavilanes / Adelis Freites
La Partida / Carlos Bonett
Negra la Quiero / Eduado Serrano
Dolor Llanero / Manuel Briceño - Por Estos Rincones
Cristóbal Soto - El Tercio
Cristóbal Soto - La Negra Atila
Pablo Camacaro / Henry Martínez - El Vuelo de la Mosca
Jacob Bittencourt - Creo que te quiero
Luis Laguna - El Guitarrero (D.R.)
Versión: Cheo Hurtado - Los Doce
Alvaro Romero - Ahora
Otilio Galindez - Las Tres Damas
Indio Guaimarata - El Rompeluto
Pedro Tapuyo
Grabado y Mezclado por:
Nelson Sardá, en el estudio de Nelson Sardá en Marzo Abril de 1996 (DDD)
Producido por: Ensamble Gurrufío
Ensamble Gurrufío:
Cheo Hurtado, cuatro, guitarra, bandola guyanesa
David Peña, contrabajo
Cristóbal Soto, mandolina
Luis Julio Toro, flauta, maracas
Ensamble Gurrufío: Av. tropical, Nº 620, La Floresta – Caracas, 1060, Venezuela
Telefax: 582-2854796
7934016 014.280311
Internet: lujurio@ven.net
Fotografía por: Alfredo Padrón
Diseño Gráfico por: Valerio do Carmo
Queremos agradecer a nuestros amigos: Vito Abrusci, Nelson Sardá, Leonardo Padrón, Germán Landaeta, David Perez, Alfredo Padrón. A Patricia Molares, Elba, Fernando, Charlie e Isabel
(C) & (P) 1996 Sony Music Entertainment
Venezuela, C.A.