La Música de Cheo Hurtado
Por Jun Ishibashi
Estamos presenciando la celebración de los 33 años de vida artística de Cheo Hurtado a quién consideramos como el mejor cuatrista que hay en la actualidad. Y nos preguntamos por qué pensamos así. Lo que nos viene a la mente es su arte. El sentido del compás preciso y osado, apoyado en la tenacidad de la mano derecha, los golpes percutivos y el ágil charrasqueo. Ese es el motor principal de su ejecución de cuatro. Su sensibilidad a la armonía, la cual libremente pasea entre la vanguardia y la tradición y se expresa mágicamente mediante sus cuatro cuerdas, gracias a la técnica perfecta de la mano izquierda. Escala y punteo, métodos convencionales de la familia de la guitarra, también demuestran su facultad sobresaliente. Y el conjunto de todo esto hace que Cheo Hurtado explote el horizonte del cuatro venezolano como instrumento solista con el cual cultiva, a cabalidad, tanto el colorido de la armonía acompañante, la fluidez de la melodía cantadora, como la genialidad de la síncopa rítmica.
Sin embargo, este análisis técnico de su música no significaría absolutamente nada. Cuando lo escuchamos tocar, aun en el momento más complejo de la ejecución, si fuera sólo el virtuosismo y la técnica, eso no nos llamaría tanto la atención de los espectadores, como lo que nos conmueve tan profundamente: la vibración y la calidez humana hecha música, que Cheo transmite con esas cuatro cuerdas en sus manos.
Es curioso observar que la música de Cheo, a pesar de su autenticidad y originalidad, apenas impone su “ego artístico”, en un sentido muy de la modernidad occidental. Es decir, no pretende reclamar la exclusividad de su creación como propiedad privada, mejor dicho, no niega la coexistencia de músicos contemporáneos con quienes comparte la idea y la emoción, y siempre hace recordar la continuidad musical que hereda de la generación de antepasados. Por eso mismo, su música evoca muchos cantores e instrumentistas que habían enriquecido la fuente musical de Venezuela. Bien pudieron ser las figuras de maestros como Hernán Gamboa, Jacinto Pérez; o de otros como Fulgencio Aquino (arpista mirandino) y Juan Esteban García (bandolista guariqueño), o simplemente la de instrumentistas del pueblo, sin renombre a nivel nacional como es el caso de Ramón Hurtado (cuatrista, guitarrista y compositor guayanés, 1910-1993), padre y maestro de Cheo.
La personalidad musical de Cheo Hurtado es muy diferente a la de un creador individualista moderno, formado en el tradicional sistema de educación musical, despersonalizado que desarrolla técnica y virtuosismo, expertos profesionales, donde el objetivo final es un artista diferenciado y desvinculado de sus colegas músicos. Por el contrario, Cheo Hurtado integra las artes de sus contemporáneos y de sus antepasados polifacéticamente.
Es un resultado maduro de una convivencia real e íntima en el nexo con la comunidad y el contexto musical. En este sentido, la imagen del cuatrista, a mi modo de ver, se parece mucho más a la de un maestro de música renacentista, que a un artista individual como invento de la modernidad. Y en el centro de ese tejido de vínculo humano que construye el mundo musical de Cheo, está siempre la calidez de un hombre que save vivir la vida, antes de ser un músico de oficio.
Hay una anécdota de Cheo que quisiera compartir con los oyentes de su obra aniversaria. Tuve la oportunidad de acompañarlo en un viaje a la costa de Aragua y Carabobo, en busca de repertorio para producir discos. Era por el año 91, cuando se dedicaba enérgicamente a la dirección del grupo Costa Caribe. Yo me encargaba en ese paseo de conducir el auto y grabar los materiales musicales con un DAT portátil. En el punto de encuentro, Cheo apareció cargado con una botella de whisky y su instrumento de siempre. Mi pregunta era si valía la pena llevar su propio cuatro de concierto, para visitar a los cantores de la costa, quienes deberían saber tocar el cuatro además de poseer más de uno. Respondiendo a mi curiosidad, Cheo dijo: “cuando visito a estos señores, siempre les llevo una botella y los acompaño a cantar con mi mejor instrumento”.
“¿Para qué”.
“Para que canten más sabroso, y… para disfrutar con ellos también!”.
Y de verdad en ese viaje, disfrutamos una jornada de parranda, a la vez que recopilamos unas fulias muy buenas y un golpe de cumaco sensacional.
Cheo Hurtado, antes de ser cuatrista y productor musical profesional, es quien aprecia la amistad y respeta el contacto directo entre seres humanos. Es ahí de donde nace todo el vínculo personal que enriquece su mundo musical. Aquí está su mejor ejemplo: “El 33 años de vida musical de Cheo Hurtado. Cheo acompañado y bien acompañado”. Es una muestra de su convivencia personal. Al sentir esta vibración que trasciende más allá del registro digital, cualquier oyente se vincula automáticamente al nexo afectuoso de Cheo. Después de escucharlo por completo, quien no lo conozca, querrá hacerlo. Y a quienes ya somos amigos de él, nos darán ganas de volver a verlo para compartir esa calidez humana que transmite Cheo Hurtado con sus cuatro cuerdas de siempre
Tokio, 13 de Septiembre de 2000
Jun Ishibashi, Ph.D.