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Memorias de JEM – Jorge Moreau y su amor por el Cuatro – Parte 1

FRAGMENTO

Extraído del  libro memorias de JEM    

Escrito por Jorge Moreau

VENEZUELA

(El Cuatro)

  • Adiós a Buenos Aires

A fines de los 60’s, la situación política argentina se había puesto muy efervescente. La fuerzas armadas reaccionaban contra todo aquello que pudiera sugerir izquierdismo, rebelión o guerrilla.  El odio entre las clases se hizo insoportable y todos sospechaban de todos.

En mi calidad de periodista estuve expuesto en muchas oportunidades, especialmente por ser un reportero gráfico. Mientras los redactores solían informar desde las seguras habitaciones de sus hoteles, sedes de diarios locales o radios, los reporteros gráficos, estábamos arriesgando permanentemente nuestros físicos corriendo de un lado al otro en busca de la foto o la filmación que mejor ilustrara los acontecimientos. Eso nos hacía estar más expuestos. Personalmente había experimentado una desilusión muy grande cuando mi medio, SIETE DIAS, me abandonó a mi suerte en los acontecimientos de Bolivia, (Golpe de Estado por parte del General Banzer {Derechas} contra el Presidente Torres,{Socialista}) donde hasta aparecí  en los diarios, entre los periodistas que el régimen de Banzer, el nuevo gobierno boliviano,  había  fusilado.

Yo, que ya tenía experiencia internacional, decidí emigrar nuevamente. En Argentina no se hablaba de otro lugar diferente a Venezuela, el “paraíso” de América. Aproveche una gira del Presidente Lanusse por el continente, para unirme al grupo de periodistas que lo acompañarían y, con la complicidad mi  jefe, el Director de Redacción de 7 Días, que conocía mis intenciones, me uní a la comitiva con el propósito de quedarme en Caracas, cuando la comitiva regresara. Tenía algunos contactos pero ninguna actividad específica. Iba dispuesto a todo, como siempre, dejando mi esposa y mis tres hijos en la segura tranquilidad de la casa de mis suegros, en Buenos Aires.

La primera actividad en Venezuela fue como reportero para la OCI, (Oficina Central de Informaciones). Por muy caballero que fuera Rafael Caldera, Presidente de Venezuela en 1970, yo no estaba dispuesto a trabajar para ningún gobierno, por democrático que fuera. Duré un mes en esa posición y al siguiente, ya estaba buscando local para instalar mi estudio de fotográfico, “JM – FOTOGRAFIA PUBLICITARIA”.

  • Mi ingreso al mundo artístico venezolano

Mi recorrido por las empresas que pudieran generarme trabajo, me paseó por agencias publicitarias, revistas, diarios, industrias y varias productoras de discos, cuyas portadas deberían ser ilustradas con fotografías de artistas y orquestas. Fue así como comencé a relacionarme con personas, empresas y artistas del mundo venezolano. Raúl Renau, productor  artístico argentino, dueño de PROMUS, me dio una gran ayuda promocionándome como un “fotógrafo… recomendable y creativo”.

Recuerdo muchos nombres que pasaron por las lentes de mis cámaras. José Luis Rodríguez, “El Puma”; Dimensión Latina; Hugo Blanco; Billo’s Caracas Boys, Oscar de León, etc., etc.  Pero más allá de mis relaciones profesionales esto me permitió entrar en contacto con el folklore venezolano.

Recuerdo que sufrí una verdadera conmoción cuando escuché por primera vez auténtica música venezolana. Me pareció tan hermosa, variada y fuerte, que mi vida musical cambió de repente. No me avergüenzo en reconocer que me olvidé por completo del folklore argentino, peruano y andino al que tan estrechamente había estado ligado. Abandoné por completo la guitarra, el charango y el bombo legüero  y me hice el firme propósito de aprender a tocar cuatro, arpa, bandola y todos los instrumentos que utilizan los músicos en Venezuela. Empecé a buscar contactos con obligaciones profesionales de fotografía que me llevaran a viajar por el país, para visitar las raíces de esa contundente música que me estaba golpeando tan fuerte. Era demasiado. Yo sólo conocía Alma Llanera y poco más, pero la primera vez que escuché un PAJARILLO, sentí frío en todo el cuerpo y recuerdo que hasta se me escaparon unas lágrimas. Como podía un tema del folklore americano ser tan caliente y absolutamente diferente de las tristes y quejumbrosas melodías andinas y tan lejos de los insinuantes ritmos caribeños? Gracias al hecho de que, años antes mi propia condición de fotógrafo periodista, me obligó a viajar por toda la Argentina, los Andes del Perú, Bolivia y Chile. Había enriquecido de manera especial mis conocimientos del folklore americano y en especial, del andino. Vidalas, Bagualas, Tristes, Zambas y Carnavalitos, representaban fehacientemente el sentir de ese pueblo indígena lamentablemente muy sometido entonces y auto-sometido actualmente al poderío europeo. Yo era un enamorado de esa música y creía que no existía nada más. Después de muchas cavilaciones  llegué a la conclusión de que el secreto de la diferencia estaba en el pueblo. La gente y sus raíces. Mis respetos por los pueblos andinos con los cuales tan compresivo procuro ser, pero ahí estaba la diferencia. Uno,  un llanero altivo, tosco pero fuerte y noble, que igual se monta en un bronco cerrero hasta domarlo como se abraza a un arpa arrancándole suaves arpegios de un pasaje llanero. El otro un indio humilde y sumiso que se esconde entre los cerros para sacarle en soledad, quejumbrosos sonidos a una quena o a un erke.

  • El folklore venezolano. El cuatro.

Yo no conocía nada diferente al folklore andino. Si hubiera empleado parte de mi tiempo en conocer Brasil, Cuba, Colombia, México o Venezuela, habría entendido que hay otro mundo tan autóctono y folklórico como el andino pero de características opuestas. Pero el cambio y la sorpresa fue tan grande que recién a mis 30 años de edad su impacto me tomó de sorpresa. Existía otro folklore tan fuerte y altivo, tan bravo y rebelde como el de los gauchos rioplatenses en el sector norte de América del sur. El pueblo llanero de Venezuela y Colombia.

Superada la sorpresa inicial, repartí mi tiempo entre buscar trabajo en fotografía como en encontrar un alma caritativa que fuera capaz de prestarme un cuatro. Dada mi familiaridad con la guitarra, veía más  accesible el cuatro que cualquier otro instrumento típico de la música venezolana.  Finalmente apareció el hada madrina. Carmen de Romero, esposa del gran historiador, escritor y político Vinicio Romero, que fue candidato a Presidente de la Nación y autor de numerosas obra dedicadas a Simón Bolívar, de las cuales fue famosa “LAS AVENTURAS DE BOLÍVAR”.  Vivíamos uno frente al otro en Santa Paula, El Cafetal. “Carmen necesito que me prestes por unos días tu cuatro…”  Con el cuatro bajo el brazo llegué a mi apartamento y me senté en la sala para tratar de ejecutar alguno de los temas que conocía. Al primer rasguido dije: “Guahh. Que es esto! Suena a diablos.”  Me puse a intentar encontrar la razón de un sonido tan desagradable y llegué a la conclusión de que estaba mal encordado. Protestando por la evidente “incapacidad” de Carmen al encordar el cuatro, me aboqué a “corregir” el error poniendo las cuerdas como “debía ser”. Como una guitarra. Una vez superado el escollo me dedique a intentar ejecutar algunas canciones que dominaba bien en guitarra. Todo perfecto. El cuatro sonaba divinamente.

Me pasé aproximadamente un mes practicando el rasguido del cuatro que, como todo el mundo sabe, es muy difícil debido a las extrañas apoyaturas del tiempo cruzado. Semanas más tarde recibo una llamada de Carmen: “Jorge. Necesito que me traigas el cuatro y vente tú y tu esposa. Esta noche nos visitan unos amigos de Vinicio y seguramente vamos a terminar, como siempre, cantando algo. Te espero a eso de las 8 de la noche…”  A las 8 en punto, Silvia y yo, cruzábamos la calle para entrar en el edificio donde vivían Vinicio y Carmen. Todavía no habían llegado los invitados. Menos mal! Evité que la regañina fuera en público. Cuando Carmen agarró el cuatro y trató de ajustar la afinación, pego un grito seco:  “Jorge!!! que coñ.. le hiciste a mi cuatro!!!”   “Nada, por supuesto, solo que corregí el encordado que estaba mal.”   “Y quien te dijo a tí que estaba mal? Lo encordaste como guitarra!!. Yo te mato!”  Esa fue mi incorporación a esas frases misteriosas como: “CAMBUR PINTÓN…” e  “HIPÓCRITA”  con la que los principiantes aprenden a afinar los cuatros. Superado el inconveniente, terminamos cantando hasta las 3 de la mañana.

Mi amor por el cuatro se fue consolidando a medida de progresaba en los intentos. No tuve maestro. Sólo escuchaba las cassettes y trataba de reproducirlos. La música y los tonos fueron fáciles. El golpe y el ritmo fueron muy difíciles. quizás por ello, durante mucho tiempo tocaba el cuatro acompañando cantantes que finalmente opinaban: “Tu tocas muy bien pero encuentro algo raro en tu rasguido… Es diferente al ritmo de otros.”   El golpe del cuatro apoya sobre el tiempo suave o débil mientras que la guitarra lo hace sobre el fuerte, esto hace que el rasguido resulte cruzado en el ritmo y muy difícil de ejecutar, que es precisamente donde radica la belleza rítmica de la música venezolana.  Ya tenía mi propio cuatro y estaba en plena acción para conocer personalmente distintos fabricantes de Caracas primero y del país, años después.

FIN DEL FRAGMENTO

Continuar leyendo la parte 2

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