El siglo más importante para la humanidad ha sido este que estamos viviendo, el siglo veinte, muy especialmente por la comunicación. Es que han habido grandes transformaciones en ese sentido, de tal manera que hoy en día podemos saber una noticia el día anteríor en que suceda. Ustedes se preguntarán ¿cómo es eso?, muy sencillo; por ejemplo: si se está realizando una pelea de boxeo en Korea a las 10 de la noche de un día 24, usted si la está viendo aquí en Caracas por televisión u oyendo por radio, lo está sabiendo el día 23 en la mañana. Dése cuenta de ese adelanto. Pero hace unos 40 o 50 años la cosa no era así. Póngale atención a esto que sucedió hace más o menos 45 años en San Fernando de Apure. Allí vivía un señor llamado Argenis Arruyo. Él era músico, tocaba clarinete, pero lo tocaba lo que se llama bien tocao. Un clarinete en las manos de Don Argenis cantaba más bonito que un gallo con cien gallinas. Una vez lo contrataron para que tocara en las fiestas patronales de Arichuna, un pueblito ribereño del río Apure que no era tan lejos. Allí fue Don Argenis, tocó tres días seguidos, se acabaron las fiestas y cobró su actuación, por cierto que fueron 90 bolívares a 30 díaríos. Una vez que cobró fue al telégrafo a ponerle un telegrama a Rosa su esposa. Llega al sitio y tratando de economizar, hace su telegrama en estos términos: “Querida Rosa, toqué, cobré, espérame lunes sancocho pica tierra..” (a él le encantaban los sancochos de gallína de corral) “..tuyo hasta el capullo, Argenis Arruyo”. Un telegrama de diez palabras costaba real y medio y de quince un bolívar. Luego que puso su telegrama y de charlar un rato con el telegrafista, se despidió y se fue hacia la orilla del río donde estaba parada una vieja chalana que iba a salir para San Fernando. En la chalana estaban cargando frutos y productos de la zona como caraotas, frijoles, melones, yuca, patillas, queso, mantequilla blanca, suero y muchas cosas más con las que estos pueblos comerciaban. Esperó Don Argenis como seis horas paradito allí en la baranda de la chalana viendo como el río llevaba troncos, carameros, árboles enteros arrastrados quien sabe desde donde. De repente, sale del telégrafo un muchacho como de doce años, le vuela la pierna a una bicicleta que él tenía allí afuera y sale disparado cortando el viento en mil pedazos. Cruza por aquí, cruza por allá, baja, sube, se cae, se para, se le moja el rabito porque la bicicleta no tenía parafangos y había llovido y continúa su carrera a toda velocidad porque él no quería que la chalana se le fuera. El muchacho ve la chalana que se está moviendo ya para salir y grita ¡esperen, esperen, esperen!, arrecuesta la bicicleta en un matapalo y sigue a pie corriendo lo más que podía hasta que llega y jadeante y todo ve a Don Argenis montado en la chalana y le pregunta:
– Señor, señor, ¿usted va pa´ San Fernando?
– Si voy
– Hágame el favor de llevarme este paquetico al telégrafo de allá,
pero cuidao con botalo que ahí va el suyo.