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La carta que me mandaste,
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que me mandaste no tiene razón de ser,
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no haces más que reprocharme
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con el mismo cuento aquel
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que abusé de tu inocencia,
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doblegando tu honradez,
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que a los hombres como yo
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debe agárranos la ley. (bis)
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Pero no te has preguntado
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que pasó con el querer,
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si bastante lo regaste
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nunca llegó a florecer,
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yo pienso que fuiste tú
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quién lo echó todo a perder.
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y al sentirte acorralada
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allí empezó tu vaivén
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buscando desesperada
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culpar sin saber a quién,
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descargando tu ironía en un pedazo e’ papel.
Si un día me llega otra carta,
carta malvada, no la pienso ni leer,
no vaya a ser que a la larga
me lo comience a creer
y termine como tú,
sumergido en un desdén,
agua que no es de tomar
mejor dejarla correr.
(bis)
Que mientras el sol llanero
siga quemando mi piel
yo seguiré componiendo
canciones de amanecer
gracias a mi Dios bendito
que puedo contar con él,
cuando en mi tierra no se oiga
un joropo en el caney,
el bramar de la vacada
o el relincho de un corcel
entonces ya no me esperen
porque estoy muerto también…