Todos los pueblitos tienen su plaza Bolívar, éste que yo digo también la tiene. Cuando un pueblito nace solo sin que nadie lo funde, le hacen la placita después. Para fundarlo buscan siempre que sea cerquita de un río pa’ tené el agua allí mismo. Llega un señor ahí y traza un área de más o menos 10.000 metros cuadrados, es decir, cien por cada lado. A eso le pone el nombre de Plaza Mayor. La iglesia va aquí, la jefatura pa’cá, la Casa Municipal por aquí, este lote pa’ usté, éste pa’ ti, y éste otro pa’ ustedes, y a vivir y a trabajar tranquilos. Pero cuando no se funda sino que nace solito, entonces el ayuntamiento compra o expropia el terreno y hace la plaza y le pone de nombre, como homenaje al padre de la patria, Plaza Bolívar.
A esta placita, que tenía en todo el medio un pedestal con un busto de El Libertador, entraba todos los días un burrito a comerse la pajita que nacía allí. Cuando aclaraba el día, usted veía al burrito fijo en la plaza familiarizado con la estatua que hasta se rascaba el lomo con ella.
Un día, que el burrito entró a la plaza como siempre a comer pajita, de repente al ver la estatua, se echó una barajustada y salió de la plaza despavorido corriendo a millón por hora rumbo al río con el rabo levantao y volteando no vaya se que lo vinieran siguiendo. A toda velocidad entró al río y lo cruzó nadando y rebuznando que todos los animales que lo veían creían que se había vuelto loco, y así huyó por el llano pa’ dentro que más nunca se supo de él.
Lo que pasó era que le habían cambiado la estatua por una ecuestre y cuando él vio al caballo se asustó y corrió. Usted no ve que los dueños de hatos para conseguir mulas, que son muy trabajadoras, lo que hacen es enamorar a los burros con las yeguas, y bueno, este cuento lo sabe el caballo, y también el burro sabe que el caballo lo sabe y no quiere por nada pelear con el caballo. Usted no ve que hay un refrán que dice “Dios no le da cacho a burro”, pero permite que se los pongan al caballo.